Dichoso aquél cuyo pecado es perdonado,
y cuya maldad queda absuelta.
Dichoso aquél a quien el Señor
ya no acusa de impiedad,
y en el que no hay engaño.
y cuya maldad queda absuelta.
Dichoso aquél a quien el Señor
ya no acusa de impiedad,
y en el que no hay engaño.
Mientras callé, mis huesos envejecieron,
pues todo el día me quejaba.
De día y de noche me hiciste padecer;
mi lozanía se volvió aridez de verano.
pues todo el día me quejaba.
De día y de noche me hiciste padecer;
mi lozanía se volvió aridez de verano.
Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad.
Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía»,
y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía»,
y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
Por eso, todos tus fieles orarán a ti
mientras puedas ser hallado.
Aunque sufran una gran inundación,
las aguas no los alcanzarán.
¡Tú eres mi refugio!
¡Tú me libras de la angustia!
¡Tú me rodeas con cánticos de libertad!
mientras puedas ser hallado.
Aunque sufran una gran inundación,
las aguas no los alcanzarán.
¡Tú eres mi refugio!
¡Tú me libras de la angustia!
¡Tú me rodeas con cánticos de libertad!
«Yo te voy a hacer que entiendas.
Voy a enseñarte el camino que debes seguir,
y no voy a quitarte los ojos de encima.
No seas como los caballos ni como las mulas,
que no quieren obedecer,
y que hay que sujetarlos con la brida y el freno,
pues de lo contrario no se acercan a su amo.»
Voy a enseñarte el camino que debes seguir,
y no voy a quitarte los ojos de encima.
No seas como los caballos ni como las mulas,
que no quieren obedecer,
y que hay que sujetarlos con la brida y el freno,
pues de lo contrario no se acercan a su amo.»
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