Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
"Recibid el Espíritu Santo"
Hermanos, bautizados en Cristo, revestidos de Cristo (Ga 3,27) habéis sido configurados al Hijo de Dios. Porque Dios que nos ha predestinado a la adopción filial (Rm 8,29) nos ha creado (Gn 2,7) a imagen del cuerpo glorioso de Cristo... Sois «cristos» ya que habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo. Todo lo que se ha realizado en vosotros es imagen de lo que se realizó en Cristo, ya que sois su imagen. (Gn 1,27)
Cuando Cristo, sumerigo en el Jordán subió de las aguas, descendió sobre él el Espíritu Santo. Al igual vosotros, salidos de las fuentes bautismales, habéis sido ungido con el sagrado crisma. Este sello con que el mismo Cristo fue marcado, es el Espíritu Santo. ... Cristo, en efecto, no fue ungido por hombres. El Padre es quien lo estableció Salvador del universo y lo ungió con Espíritu Santo, tal como lo proclamó David: Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo sagrado, ante todos tus compañeros... (Sal 44, 8)
Así como Cristo fue realmente crucificado, sepultado y resucitado, también vosotros, por el bautismo, habéis sido admitidos a participar simbólicamente en su cruz, en su sepultura y en su resurrección. Esto mismo vale también para la unción: Cristo fue ungido con óleo de alegría espiritual, por el Espíritu Santo..., porque él es fuente de alegría espiritual. Y vosotros habéis sido ungidos de un óleo santo que os ha convertido en compañeros de Cristo mismo. Primero os han ungido en la frente para liberaros de la vergüenza del primer Adán y poder contemplar con el rostro descubierto, como en un espejo, (2Cor 3,16) la gloria de Cristo.
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