miércoles, 20 de mayo de 2015

En mi angustia busco al Señor (Salmo 77,1-12)



A Dios elevo mi voz suplicante;
    a Dios elevo mi voz para que me escuche.

 Cuando estoy angustiado, recurro al Señor;
    sin cesar elevo mis manos por las noches,
    pero me niego a recibir consuelo.

 Me acuerdo de Dios, y me lamento;
    medito en él, y desfallezco.

 No me dejas conciliar el sueño;
    tan turbado estoy que ni hablar puedo.

Me pongo a pensar en los tiempos de antaño;
    de los años ya idos  me acuerdo.
Mi corazón reflexiona por las noches;
    mi espíritu medita e inquiere:
 «¿Nos rechazará el Señor para siempre?
    ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad?
 ¿Se habrá agotado su gran amor eterno,
    y sus promesas por todas las generaciones?
 ¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades,
    y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?»

 Y me pongo a pensar: «Esto es lo que me duele:
    que haya cambiado la diestra del Altísimo.»

 Prefiero recordar las hazañas del Señor,
    traer a la memoria sus milagros de antaño.

 Meditaré en todas tus proezas;
    evocaré tus obras poderosas.


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